domingo, 24 de julio de 2016

Guardarropa en tiempos de la independencia

La variedad del vestuario femenino:

En el ámbito domestico las niñas o adultas solían andar con ropas sencillas.

Cuando debían salir usaban prendas a la moda de la Francia revolucionaria, de colores claros. Las telas variaban según la época del año, podían ser de lana (en los ámbitos humildes) o de fina seda (entre las mujer de élite). Los vestidos no llegaban al piso, sino unos centímetros  más arriba, lo que permitía apreciar la calidad de las medias de seda y la elegancia de los zapatos de tela que podían llegar a confeccionar ellas mismas. Concluido el trabajo, los zapateros se encargaban de adosarles las suelas.

Los viajeros Extranjeros  de la época se sintieron atraídos  por los pequeños pies de las mujeres  hispano-criollas.

En cuanto a las mujeres de condición social más modesta, usaban vestidos de corte parecido, aunque de telas menos costosas, pero calzaban medias sencillas, y los zapatos no eran bordados.

Las que circulaban por las calles vendiendo alimentos u otros productos, llevaban sandalias de cuero o alpargatas.

El estilo de funcionarios, comerciantes, clérigos y militares:


La ropa de los hombres se caracterizaba por la sencillez, aun cuando ocuparan altas funciones públicas o tuvieran grandes fortunas.

Los miembros del Cabildo y de la Audiencia, para ocasiones solemnes  empleaban frac  y calzón  corto, medias y zapatos con hebillas de metal.









Los militares en las ceremonias y reuniones sociales solían vestir calzón corto y medias de seda, pero en el cuartel o en campaña calzaban botas o zapatos fuertes.

Los médicos vestían completamente de negro (salvo sus camisas) y calzaban botas altas pues recorrían la ciudad a acaballo, llevando su maletín de cirugía y su botiquín de mano.

Los tenderos que estaban de pie largas horas, lucían impecables de torso  para arriba, pero durante el horario de atención al público cambiaban sus zapatos por alpargatas.

Los jornaleros, aguateros, vendedores de velas y oros que desarrollaban sus tareas en la vía pública  vestían de forma distinta. En cuanto al calzado usaban, la bota de potro, casi siempre con los dedos descubiertos. Si  el trabajo requería andar a caballo se utilizaban espuelas.









En los casos de extrema pobreza, el paisano no tenía más remedio que andar descalzo.


Extraído del segundo capítulo de la colección Vida cotidiana en tiempos de la Independencia.1816-bicentenario-2016. Diario Clarín.


 Con la colaboración de: